Estamos acostumbrados a que durante el entrenamiento, nuestro instructor nos coloca un cinturón de plomos con un número indeterminado de kilos. Las escuelas de buceo poseen cinturones "estándar" que nos "tocan" seamos hombre o mujer y, salvo que nuestro peso no esté escandalosamente fuera de lo que se considera normal, como máximo será la única variable que decidirá si el cinturón será el A, B o C.
Esto no está mal durante las tres cuartas partes del curso. De hecho la mayoría de las veces supone ir sobre lastrado, lo que para realizar los ejercicios estáticos durante las sesiones de aprendizaje resulta bastante cómodo para alumno e instructor.
La situación, sin embargo, cambia a la hora de enfrentarnos a lo que podríamos llamar la esencia del buceo, es decir la flotabilidad y el hecho de saber manejarnos con confort y tranquilidad en el medio ingrávido.
Si vamos sobre lastrados tendremos exceso de flotabilidad negativa principalmente en la parte inferior de nuestro cuerpo, entonces ¿qué haremos para compensarla ? Pues añadir aire al chaleco con lo que, al actuar sobre la parte superior de nosotros nos obligará a alejarnos de la posición horizontal y por consiguiente daremos lugar a la "chapuza" que supone privarnos de la capacidad de ser hidrodinámicos y nos condenaremos a cansarnos, gastar más aire de la cuenta y lo que es peor, dar una imagen deplorable de nuestras maneras y nivel de entrenamiento.
Existen dos factores fundamentales a la hora de ubicar el lastre: la cantidad de éste y su disposición.
Recordemos que no existe un secreto para calcular la cantidad, pues los cuerpos tienen distintas densidades y si aplicamos una fórmula para averiguarlo nos quedaremos bastante alejados de los requerimientos individuales.
Cada sistema de enseñanza tiene su forma de calcularlo pero, sin duda la que prefiero es la prueba de acierto y fallo en el agua.
Con todo el equipo colocado, nos situamos en superficie en la zona de agua profunda cuando nuestra botella está a la mitad de su capacidad. A continuación, con el regulador colocado, deshinchamos completamente el chaleco y aguantando la respiración deberíamos flotar a la altura de los ojos. De esta forma, al exhalar, hemos de comenzar a sumergimos lentamente.
No hay prisa, una vez superado el primer medio metro de inmersión todo se vuelve más fácil.
Evidentemente, deberemos ajustar el lastre cuando cambiemos de traje y/o de agua, es decir, notaremos bastantes variaciones de densidad según nuestro buceo se desarrolle en uno u otro mar.
Hasta aquí todo correcto. Pero lo que resulta más interesante es lo relativo a la colocación de los plomos.
Si queremos que nuestro cuerpo tenga libertad en cualquier posición mientras buceamos, el peso debe equilibrarse el máximo posible. Está claro que la mayor cantidad de peso corresponde a la botella. Si deseamos variar de posición siempre tenemos la tendencia a caer de espaldas. Vamos pues a colocar los plomos lo más adelantados posible, cerca de la hebilla y vamos a escogerlos teniendo en cuenta que debe quedar la misma cantidad a la derecha que a la izquierda.
¿Y si utilizamos chalecos con el lastre integrado? La solución pasaría por utilizar también un cinturón y repartir el peso entre los dos dispositivos.
Existen también los cinturones con bolsillos que suponen una colocación predeterminada del peso, aunque existen unos en los que los bolsillos pueden desplazarse a lo largo de la cincha.
Os recuerdo una vez más que no existe un secreto para ser buen buceador. Es la suma de muchos "poquitos" lo que nos convertirá poco a poco en expertos.
Pensemos sobre estos detalles en profundidad y nos daremos cuenta que aunque parezcan "cosillas" sin importancia son básicas para convertimos (al menos por breves momentos) en seres subacuáticos.
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